¿Por que predicar CONTRA EL PECADO?


¿POR QUÉ PREDICAR CONTRA EL PECADO?
Por el Dr. John R. Rice
Traducido por Calvin George
Traducido del libro «Why Preach against Sin?» Por el Dr. John R. Rice
Copyright © 1946 Por «The Sword of the Lord».
Todos los derechos reservados. Usado con permiso.

INTRODUCCIÓN DEL TRADUCTOR QUE DEBE LEERSE:

¡Cuanto necesitamos la predicación contra el pecado! Hace pocos días leí que Roberto Schuller, el famoso predicador metodista y pastor de la «catedral de cristal» en California, había mencionado en una reunión de pastores que lo peor que uno puede decirle a una persona es «eres pecador». ¡Cuánto nos hemos apartado de la Biblia!
No estoy de acuerdo con cada aseveración del hermano Rice en este libro, pero por supuesto estoy de acuerdo con la gran mayoría, y sentí el deseo y la necesidad de traducirlo.
Es probable que la mayoría de estos escritos fuesen copiados de las predicaciones del hermano Rice, y como sabemos, es considerado permitido desviarse un poco de las reglas gramaticales en ciertas circunstancias durante un sermón. En mi intento de querer preservar la riqueza del tono y el ritmo del escrito original en inglés, es posible que en algunos casos no haya seguido detenidamente algunas reglas gramaticales del español al traducir esta obra. Espero que mi intención sea comprendida.
Hermanos, hay unas áreas en las cuales debemos tener mucho cuidado al predicar contra el pecado. Debemos tener cuidado con el ESPÍRITU en el cual predicamos. No se debe predicar contra el pecado con un sentido de altivez ni arrogancia, sino con un corazón quebrantado. No tuve el privilegio de conocer al hermano Rice (él murió en 1981), pero algunos que le conocieron me han dicho que le vieron predicar contra el pecado con lágrimas en los ojos. Así también fue nuestro Señor Jesucristo (Juan 11:35), y el apóstol Pablo (Hechos 20:31; 2 Cor. 2:4). La predicación contra el pecado no debe hacerse con la intención de elevarse a sí mismo, como para intentar pasarse por más espiritual que los feligreses. La Biblia nos advierte el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Cor. 10:12), y … considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado (Gál. 6:1).
Otro área donde debemos tener cuidado es en predicar convicciones que son totalmente personales. No estoy en contra de COMPARTIR convicciones personales desde el púlpito (yo lo hago) pero no se debe predicar convicciones personales en forma dogmática, como si fuera un mandato o un principio claramente delineado en las Escrituras. Yo he oído predicación contra el café, la Coca-cola, el jamón, contra deportes, etc., que fue predicado de tal forma que pareciera que fuese basado en un principio bíblico o un mandamiento directo de las Escrituras. La Biblia nos advierte sobre esto en Mateo 15:9 Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres, y en varios otros pasajes.
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado (Isa 29:13). (Mat. 15:9). Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes (Mar. 7:7-8). No atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad (Tito 1:14).
Que Dios nos ayude a predicar apropiadamente con fervor contra el pecado, para que más cristianos sepan cómo conducirse sin mancha en medio de este mundo, y para que más y más almas perdidas se arrepientan y sean añadidas al reino de nuestro Señor Jesucristo.
Calvin George
Río Grande, Puerto Rico. 3 de enero del 2000
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Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado Isa. 58:1.
A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman 1 Tim. 5:20.
Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina 2 Tim. 4:2
Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe Tito 1:13.
Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz Jer. 6:13-14.
Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir Isa. 56:10.

El General Booth, fundador del Ejercito de Salvación, temía la llegada del día cuando los hombres predicarían «salvación sin regeneración, fe sin arrepentimiento, el cielo sin infierno». Ese día ha llegado. Cada predicador en esta tierra necesita oír otra vez la Palabra de Dios en Isaías 58:1, Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado.
El otro día un ministro, dejando el púlpito de una iglesia prominente, anunció que estaba ingresando a una nueva obra como evangelista; pues él sentía la necesidad de un evangelismo positivo, por lo cual se refería, sin dudas, a un evangelismo sin la palabra «no», sin predicar contra el pecado. Aquí vemos que él ha declarado públicamente que está en contra de toda predicación que denuncia el pecado. Un tiempo atrás un predicador famoso, un maestro bíblico, me escribió acerca de redactar unas normas para evangelistas, y quería que yo añadiera la aseveración que los evangelistas nunca deben advertir sobre diversiones mundanas y pecados modernos, ya que él había encontrado que esto con frecuencia no era bien recibido entre la gente, ¡y hacía que no les gustaran los evangelistas!
Algunos pastores confiesan francamente que debe haber predicación contra el pecado—predicación dura y plena para traer convicción, para guiar pecadores al arrepentimiento y al pueblo de Dios a renunciar a las cosas del mundo y tener una vida pura—y aun así, muchos no están dispuestos a sufrir el oprobio y la crítica que le toca al predicador que reprende el pecado. Muchos de aquellos pastores han deseado un evangelista que haga en sus iglesias lo que ellos mismos no se sintieron capaces de hacer, o no estaban dispuestos a hacer.
Otros predicadores, que no tienen el valor o la convicción o la devoción para predicar duro contra el pecado, racionalizan y excusan su falla. A veces fingen que el amor y la ternura del corazón le impiden predicar contra el pecado. No quieren «dañar su testimonio» ¡por ofender a alguien! ¡Cuánto más refinados son estos predicadores que el Señor Jesucristo que predicó en forma tan plena contra el pecado! Otros predicadores, siguiendo la secta moderna y pequeña de los ultradispensacionalistas, dicen que era apropiado predicar contra el pecado hasta el tiempo de Juan el Bautista, pero que ahora, en esta dispensación, no hay necesidad para arrepentimiento sino sólo fe, sin necesidad de predicar contra el pecado, y que sólo se debe predicar de la gracia de Dios. Esa posición es parecida a la del grupo «Ciencia Cristiana», que dice que «el hombre es el hijo de Dios que no ha caído», que no hay tal cosa que sea pecado, y que «pecado es sólo un error de la mente mortal». Esa posición también se asemeja al de los modernistas, los liberales, los incrédulos que niegan la Biblia, y dicen que los padres no deben castigar corporalmente a los hijos, nunca deben decir «no», que la represión puede causar complicaciones serias, etc. En realidad, ningún predicador es leal a Dios y a la Biblia y sus votos de ordenación, si no predica plenamente lo que la Biblia dice acerca del pecado y su consecuencia y castigo inevitable.
Pero esta pregunta está en el centro de la fundación de la sociedad humana. Si un predicador nunca debe decir «no», un padre nunca debe decir «no», un maestro nunca debe decir «no», ¡un gobierno nunca debe decir «no!» Si un predicador no debe oponerse al pecado, entonces el policía en la esquina no debe oponerse al pecado, y nuestro país no debería haber estado en contra de Hitler, ¡y Dios no debe enviar pecadores al infierno! Este asunto de oponerse al pecado, de advertir a otros acerca de su peligro, tiene que ver con el deber de cada persona en autoridad en todo lugar. Cuán importante entonces es para los predicadores del evangelio predicar plenamente y con denuedo la Palabra de Dios, y obedecer el mandato que dice redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Tim. 4:2).
Te demostraré que los predicadores deben predicar contra el pecado; primero, porque los cristianos están en contra del pecado, Dios está en contra del pecado, la Biblia está en contra del pecado, las iglesias bíblicas están en contra del pecado, y aun la conciencia moral del inconverso está en contra del pecado. En segundo lugar, los predicadores deben predicar contra el pecado porque enseñar y predicar toda la Biblia necesariamente incluye predicar y enseñar la parte que denuncia el pecado, y los pecados particulares. Tercero, porque la Biblia plenamente manda a los predicadores a predicar contra el pecado. Cuarto, porque predicadores bíblicos, incluyendo al Señor Jesucristo, predicaron contra el pecado. Quinto, porque la predicación contra el pecado causa avivamiento entre cristianos y la salvación de pecadores.

I. Cada Predicador Debe PREDICAR Contra El Pecado Porque Debe Estar En Contra Del Pecado

Nuestro Dios Todopoderoso está opuesto al pecado. Eso es axiomático. ¿Cómo puede un predicador estar en favor de Dios y no contra el pecado? La Biblia está en contra del pecado. El peor ateo que jamás haya vivido no puede negar que el código moral de la Biblia es el mejor que se ha concebido y que la Biblia está en contra de toda iniquidad. Entonces el predicador que predica la Biblia debe estar en contra de la maldad. El cristiano está en contra del pecado. Cada predicador necesariamente tiene que oponerse al pecado si él está en favor de Dios y justicia. ¿Cómo puede un pecador perdido tener confianza en un predicador que definitivamente no está en contra del pecado? Entonces, como un asunto de honestidad, como representando a Dios, la Biblia, la iglesia y representando sus propias convicciones, cada predicador debe predicar contra el pecado.
Lot allá en Sodoma hubiera tenido el respeto de los sodomitas si hubiese aborrecido el pecado de ellos en forma suficiente como para denunciarlo abiertamente y haberse apartado de aquella gente malvada. Pero cuando Lot llamó a los sodomitas malignos «sus hermanos», y vivió y se comprometió con ellos, le despreciaron. Este mundo no tiene confianza en ninguna clase de cristianismo que no está en contra del mal, en contra de la injusticia, en contra de lo malo y las cosas inicuas que los hombres y las mujeres cometen.
En Waxahachie, Texas, en los Estados Unidos, yo prediqué en una campaña grande en la cual cientos de personas se convirtieron. Yo prediqué tan duro contra el pecado que algunos de los pastores de la ciudad me criticaron severamente. Era durante el tiempo que se prohibía la venta de bebidas alcohólicas, y yo prediqué con valor contra los dueños de mercados que vendían la malta para hacer bebidas caseras, en contra de las farmacias que vendían whisky, y en contra de los doctores que lo recetaban para los que no estaban enfermos. Yo hasta obtuve evidencia y leí del púlpito de doctores que vendían bebidas alcohólicas en secreto. A pesar de esto, aunque los predicadores pensaban que yo trataba de ser demasiado sensacional, hasta borrachos venían en gran número para oírme y muchos fueron convertidos. Un hombre que había pasado cinco años en una prisión por vender bebidas alcohólicas a estudiantes universitarios pidió que yo venga a verle. Él estaba enfermo del corazón, y el doctor le había dicho que no le quedaba mucho tiempo para vivir. Él me dijo que quería un predicador que fuera honesto y que estuviera opuesto al pecado para que viniera y le dijera como arreglar cuentas con Dios. Él fue salvo en una forma maravillosa, y en unos pocos meses se fue a su hogar celestial, un pecador redimido. Eso es una ilustración de la certeza de que aun los inconversos, aun los pecadores más desenfrenados saben que un predicador debe estar en contra del pecado, y que debe expresarlo abiertamente. Hay una hipocresía fundamental en cualquier hombre que finge estar en favor de Dios y no está en contra del diablo, que no está en contra del pecado.
Cuando era niño, yo asistía a una iglesia metodista con frecuencia, y estaba impresionado con los votos solemnes que los adultos hacían cuando eran recibidos dentro de la membresía de la iglesia. Hacían un pacto de «renunciar al diablo y todas sus obras». ¿Por qué es que todos los que quieren hacer el bien no deben estar opuestos al pecado? Y, ¿por qué es que los que están en contra del pecado no deben declararlo? Particularmente, ¿por qué el atalaya de Dios, el que habla de parte de Dios, el ministro, debe fallar en este asunto de declarar lo que es pecado? Los predicadores deben predicar contra el pecado porque si son hombres de Dios, honestos, están en contra del pecado en su corazón. El predicador debe hablar de parte de Dios, debe hablar de parte de la Biblia, debe hablar de parte de la iglesia, debe hablar de parte de sí mismo al denunciar el pecado que Dios aborrece.
II. Los Predicadores Deben Predicar Contra El Pecado, ¡O Dejar Fuera Parte De La Biblia!
El mandato de la Biblia para predicadores es que «prediques la palabra». Naturalmente el mismo versículo dice, «redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» (2 Tim. 4:2). No se puede predicar toda la Palabra sin reprender y exhortar.
Segunda de Timoteo 3:16 nos dice, «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia». Ese versículo nos dice que toda la Escritura es inspirada por Dios, sí; pero dice mucho más que eso. Nos dice que toda la Escritura es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. Cada predicador debe usar toda la Biblia. Es útil para el oyente, y debe ser usado para redargüir y corregir, y para enseñar e instruir; así dice la Palabra de Dios.
Eso significa que el Antiguo Testamento debe ser enseñado tanto como el Nuevo Testamento. Acuérdese que Cristo y los apóstoles continuamente predicaron del Antiguo Testamento; ¡era el único Testamento que tenían!
Esto significa que los predicadores deben predicar la ley y no sólo la gracia. Nadie fue salvo por la ley, pero la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe (Gál. 3:24). El Antiguo Testamento contiene gracia tanto como el Nuevo, y el Nuevo Testamento tiene la ley tanto como el Antiguo Testamento. Los diez mandamientos nos dicen No hurtarás en Éxodo 20:15. Y Pablo nos dice en Efesios 4:28, Él que hurtaba, no hurte más. Los diez mandamientos nos dicen en Éxodo 20:14, No cometerás adulterio. En el Nuevo Testamento, Hebreos 13:4 nos dice, Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. Ya puedes ver que ambos Testamentos reprenden el pecado.
Muchos maestros de la Biblia enfatizan las ricas enseñanzas de los misterios que habían sido escondidos en Dios hasta que fueron revelados en los primeros tres capítulos de Efesios. Pero es perverso y deshonesto que el maestro enseñe hasta el versículo 17 del cuarto capítulo, y luego no predique el resto del libro, que son casi tres capítulos con su aplicación práctica para la vida cristiana, particularmente en su denuncia del pecado.
Hay predicadores que tratan la predicación como un pasatiempo, y hay los que se desvían, predicando sólo «creed», pero no predican «arrepentíos». Sólo predican un lado de la verdad. Predican una Biblia mutilada, un evangelio por la mitad, un mensaje debilitado. Toda la Palabra de Dios es útil, y toda ella debe ser predicada y enseñada.
Vea cómo la Biblia siempre trata con los dos lados de este asunto en cuanto a la ley y la gracia, condenación y salvación, el amor y la ira de Dios. Romanos 6:23 dice, Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Cada predicador honesto debe predicar los dos lados de ese versículo. Sólo es después que uno ve la paga del pecado es muerte que él se va a interesar en la verdad gloriosa que la dádiva de Dios es vida eterna. Los predicadores de la Biblia que son honestos deben predicar las dos partes.
La misma verdad es enseñada vez tras vez en la Biblia. Él que en él cree, no es condenado; pero él que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios proviene de Juan 3:18. Los predicadores deben enseñar la condenación tanto como el perdón. Juan 3:36 nos dice, El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Los predicadores deben predicar de esta vida eterna, pero también deben predicar de esta ira de Dios sobre los incrédulos.
Isaías 55:7 dice, Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Los predicadores bíblicos deben predicar primeramente el abandono del pecado y luego el retorno a Dios para misericordia y perdón. Este es el orden de la predicación en la Biblia. Es la «ley y la gracia». Es «arrepentimiento y fe». No estoy diciendo que hay dos pasos en la salvación, porque no los hay. En el instante que uno da la espalda a su pecado, se dirige a Cristo. La salvación es una transacción instantánea cuando un pecador arrepentido se dirige a Cristo para misericordia. Pero deben existir los dos elementos en la predicación del predicador bíblico. Debe haber una predicación contra el pecado y una predicación de la misericordia ofrecida a los pecadores. Ningún hombre puede predicar o enseñar toda la Biblia sin enseñar o predicar contra el pecado, y sin nombrar y denunciar pecados particulares y hacer un llamado al arrepentimiento.
III. Cada Predicador Debe Predicar Contra El Pecado, ¡Porque Está Claramente Obligado A Hacerlo!
Los predicadores no tienen ningún derecho de hacer lo que le agrade en cuanto al asunto de qué predicar. Deben predicar siguiendo instrucciones. Dios le dijo a Jonás, Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí (Jonás 1:2). Jonás se rebeló y escapó, pero no pudo huir de Dios. Después de una horrible experiencia, Jonás, lleno de olor a pescado, oyó la voz del Señor Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré (Jonás 3:1-2). ¡Oh que cada predicador aprendiera la lección que Jonás aprendió en forma tan dramática! Los predicadores deben «proclamar «…el mensaje que yo te diré». En el caso de Jonás significaba la denuncia del pecado en Nínive profetizando el juicio venidero. En el caso de cada otro predicador en el mundo también significa la denuncia del pecado. Porque eso es la plena enseñanza de la Palabra de Dios. Repetidamente, a los predicadores se les ordena denunciar el pecado.
Isaías 58:1 dice, Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. Aquí hay una doctrina bíblica clara de que es apropiado advertir a la gente acerca de su pecado y no detenerse, sino ser pleno, claro y dogmático en denunciar el pecado y llamar a la gente al arrepentimiento.
Los ultradispensacionalistas responden, «pero eso está en el Antiguo Testamento». Sí, es cierto. Pero el Dios que aborrecía el pecado en el Antiguo Testamento aborrece el pecado en el Nuevo Testamento de la misma forma. Y en las tres epístolas especialmente diseñadas para predicadores en el Nuevo Testamento, eso es, 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito, hay mandamientos específicos para los predicadores indicando que deben denunciar el pecado, reprender y redargüir.
En 1 Timoteo el joven pastor en Efeso fue mandado por el Apóstol Pablo inspirado de esta manera, A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman. Otra vez en 2 Timoteo se repiten las instrucciones de que los predicadores deben predicar contra el pecado, Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Tim. 4:2). Así como los predicadores deben predicar la Palabra, deben reprender, redargüir y exhortar usando la Palabra de Dios para lograrlo. En la carta a Tito, el apóstol Pablo inspirado le recuerda a Tito que ordene ancianos en cada ciudad, acomodando obispos en las iglesias, dando instrucciones en cuanto a la vida y la obra de estos pastores. Pablo le advirtió a Tito que hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene (Tito 1:10-11). Pable le recuerda a Tito que un profeta de Creta había dicho, Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe (Tito 1:12-13). ¡Era un deber necesario el de reprender a los mentirosos, los engañadores, y los que se involucraban en ganancias deshonestas en Creta! La implicación es ineludible. Todos los predicadores son ordenados a reprender el pecado duramente para que la gente pueda ser sana en la fe y ser leal a ella.
Un predicador que no denuncia el pecado, que no se opone a ello, que no clama por la justicia y demanda arrepentimiento, no obedece sus órdenes como están claramente delineadas en la Biblia.
IV. Los Predicadores Deben Seguir El Ejemplo De Predicadores En El Tiempo De La Biblia Que Denunciaban El Pecado
Los predicadores bíblicos predicaban contra el pecado. Los profetas del Antiguo Testamento, los apóstoles y predicadores del Nuevo Testamento, aun Jesucristo mismo, predicaban definitivamente y con denuedo contra el pecado. No sólo predicaban contra el pecado en general, sino que predicaban contra ciertos pecados particulares. No sólo predicaban en contra de la incredulidad, ¡predicaban en contra de robar, mentir, el adulterio, hipocresía, borracheras, ropa inmodesta, la codicia, y cada pecado del que el evangelista más ferviente y sensacional es acusado de predicar hoy en día! Cada predicador que es elogiado en la Biblia estaba en contra del pecado, y se declaraba en contra de ello. Los predicadores de hoy deben seguir el ejemplo de predicadores bíblicos y predicar contra el pecado.
Isaías fue llamado a predicar particularmente para reprender el pecado en un tiempo cuando muchos se habían apartado del buen camino. Dios le dijo, Anda, y dí a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad (Isaías 6:9-10). Él predicó a la gente con corazones endurecidos, que no querían oír, y muchos no iban a comprender y ser convertidos. Entonces el libro de Isaías empieza con una reprensión. En el primer capítulo de Isaías veremos del versículo 2 hasta el 15 para observar un ejemplo de predicación bíblica contra el pecado.
Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Sión como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada. Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un remanente pequeño, seríamos como Sodoma y Gomorra. Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
El libro de Isaías contiene tanto del plan de salvación, tanto de la misericordia de Dios, tanto de la tierna invitación, que es llamado «el evangelio en el Antiguo Testamento». ¡Pero aun Isaías denunció las borracheras y la bebida alcohólica como lo hizo Billy Sunday; como lo hace mi amigo Sam Morris en su ministerio de radio! Isaías dijo: ¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! (Isaías 5:11). Y otra vez dice: Pero también éstos erraron con el vino, y con sidra se entontecieron; el sacerdote y el profeta erraron con sidra, fueron trastornados por el vino; se aturdieron con la sidra, erraron en la visión, tropezaron en el juicio (Isaías 28:7).
Isaías predicaba con frecuencia sobre el infierno: Por eso ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca; y allá descenderá la gloria de ellos, y su multitud, y su fausto, y el que en él se regocijaba»(Isaías 5:14). Isaías predicó: Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo. Y será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será firme; cuando pase el turbión del azote, seréis de él pisoteados (Isaías 28:17-18).
En el capítulo 5 Isaías declaró seis «ayes» sobre Israel, incluyendo a los que bebían vino.
Isaías aun hizo declaraciones con valor en cuanto a la forma de vestir de muchas mujeres: Aquel día quitará el Señor el atavío del calzado, las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos, y los joyeles de las narices, las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, los espejos, el lino fino, las gasas y los tocados (Isa. 3:18-23).
Hemos usado a Isaías como un ejemplo, pero Ezequiel, Oseas, Amós y Malaquías predicaban de la misma forma. Moisés predicaba aun más duro contra el pecado, y Elías no sólo predicó contra el pecado, ¡sino que mandó matar a 450 profetas de Baal!
Los predicadores del Nuevo Testamento eran tan vigorosos en denunciar el pecado y llamar a la gente al arrepentimiento como los del Antiguo Testamento. Juan el Bautista, el precursor del Señor Jesús, es un buen ejemplo. Juan el Bautista fue introducido con las palabras, Principio del evangelio de Jesucristo (Marcos 1:1). El sermón favorito de Juan el Bautista era sobre el tema arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Multitudes vinieron de la ciudad al desierto de Judea donde le oyeron predicar y fueron bautizados, confesando sus pecados (Mat. 3:6). Cuando los escribas y los fariseos, los religiosos con justicia propia que no se habían convertido, vinieron a bautizarse, él les dijo: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento (Mat. 3:7-8). Juan ordenó a los publicanos y soldados lo que debían hacer, aun exigiendo a la gente dentro y fuera de la iglesia que se arrepintieran.
Su predicación fue con valor, pero a la vez era personal. Él fue al Rey Herodes, el adúltero viviendo con su cuñada, y dijo, No te es lícito tenerla (Mat. 14:4). Por causa de su valor, Juan eventualmente perdió su cabeza, porque la malvada mujer Herodías demandó que la cabeza de Juan fuese cortada y dada a ella sobre un plato. Y así se hizo.
Pero la predicación de Juan el Bautista agradó mucho a Cristo, porque él dijo, De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista (Mat. 11:11).
¿Fue Juan el Bautista un ejemplo apropiado para nosotros los predicadores del Nuevo Testamento? ¡Seguro que sí! Él fue el precursor de Cristo, anunciando el nuevo pacto; y él predicó de la misma forma que el Señor Jesucristo. Por ejemplo, algunos dispensacionalistas insensatos han sugerido que Juan el Bautista tuvo un evangelio diferente que el de Jesucristo cuando ordenaba a los hombres que se arrepientan. Pero Cristo también estaba exigiendo a los hombres Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado con las mismas palabras usadas por Juan el Bautista (Mat. 4:17). Y es éste mandato de arrepentirse, esta predicación contra el pecado y la demanda de dejar atrás el pecado—¿es esta predicación incompatible con el evangelio de la gracia? De ninguna manera, porque Juan el Bautista predicaba la doctrina más pura posible de salvación por fe en Cristo. Él dijo, El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36).
Acuérdese que estas son las palabras de Juan el Bautista, y se igualan exactamente con Juan 3:16; Juan 3:18; Juan 5:24; Juan 6:47, y muchos otros dichos del Señor Jesucristo. Yo digo que Juan el Bautista, un predicador de la gracia, era un denunciate del pecado. Él era directo y poderoso, lleno de valor y a veces personal en su denuncia del pecado. ¡Qué ejemplo para predicadores hoy en día que creen la Biblia y siguen el ejemplo de los predicadores bíblicos!
¡Qué ejemplo contra el pecado era el apóstol Pedro! Él acusaba sin temor a los escribas y fariseos de haber asesinado al Señor Jesucristo (Hechos 2:23). ¡Y eso ocurrió en público! Y así predicaba cada vez que se levantaba. Él acusó a los judíos, Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos (Hechos 3:14-15). Pedro era tan valiente en denunciar el pecado entre cristianos como entre los inconversos. Lleno del Espíritu Santo, él denunció a Ananías y Safira y vio a Dios quitarles la vida en base a sus palabras. (Hechos 5:1-11). Y Pedro continuó tal clase de predicación hasta que murió, ¡y la tradición nos dice que fue crucificado con la cabeza para abajo por los que odiaban ese estilo de predicación! ¡Qué ejemplo es Pedro para los predicadores modernos, amadores de lo fácil, cobardes, que buscan la aprobación del hombre!
Esteban se paró y denunció a sus compatriotas judíos cara a cara, hasta que arremetieron a una sobre él, crujieron los dientes contra él, y al fin le apedrearon hasta la muerte.
¡Y qué predicador contra el pecado era el apóstol Pablo! Al principio de su primer viaje misionero se enfrentó con Elimas el mago, quien estaba opuesto al evangelio, y le dijo, Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor? (Hechos 13:10). Y con denuedo él rogó a Dios que le quitara la vista. ¡Esto fue hecho en público y el procónsul del país, Sergio Paulo, se convirtió al ver lo que había acontecido! Pablo predicó en contra de los judíos que enseñaban un mandamiento de circuncisión. Él aun reprendió al apóstol Pedro frente a frente, cuando Pedro tenía vergüenza de comer con cristianos gentiles en la presencia de judíos (Gal. 2:11). Pablo predicó contra pecados particulares como los libros de magia y espiritismo hasta que los culpables trajeron sus libros y echaron productos con un valor de 50,000 piezas de plata al fuego (Hechos 19:19).
Lea las epístolas de Pablo. Él predicó contra el adulterio, en contra de las borracheras, en contra de la codicia, en contra de robar, en contra de mentir, ¡aun en contra de hablar necedades, y truhanerías! ¡Él nombraba cada pecado en el diccionario y vez tras vez lo denunciaba! Vea los capítulos 4 y 5 de Efesios. Vea también 1 Cor. 6:9-11 y pasajes seleccionados a través de las epístolas. Pablo predicó plenamente a mujeres con pelo corto (1 Cor. 11:1-16); y también a mujeres con peinados ostentosos, y acerca del uso de joyas y la vestimenta con pudor y modestia.
Pablo era definitivo y personal en su predicación. Él denunció a un hombre en Corinto que vivía con la esposa de su padre, y aseguró que lo expulsaran de la iglesia hasta que se arrepintiera. Él nombró las dos mujeres que tenían un desacuerdo y rogó que ellas que sean de un mismo sentir en el Señor (Fil. 4:2). Los que no predican contra el pecado no siguen el ejemplo del apóstol Pablo. Nadie dudaba acerca de qué lado estaba Pablo. Una razón por la cual Pablo vio tanta gente salva es que él les mostraba que eran pecadores.
Pero el Señor Jesucristo es nuestro gran Ejemplo, nuestro modelo inigualable. ¿Hubo alguno que predicó más directo que Jesús cuando él proclamó los sietes «ayes» sobre los escribas y fariseos? ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! ¡Él los denunció por causa de su codicia, por hipocresía, por tomar posesión de las casas de las viudas, por membresía en la iglesia sin conversión, por esclavizar las mentes de hombres y guiarlos a la destrucción! Él los llamó serpientes, víboras, y «guías ciegos».
Y Cristo era directo con los pecadores que no se arrepentían en otros casos. Él hizo un látigo y sacó afuera a los cambiadores de dinero del templo. Él deliberadamente volcó las mesas, esparciendo las monedas por todas partes. Él los llamó ¡cueva de ladrones! Jesús dijo a unos de sus oyentes, Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Aun cuando Pedro tentó a Jesús para que no vaya a la cruz, Jesús le dijo, ¡quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo. Y cuando Jesús habló a la mujer al lado del pozo de Samaria, Él le dijo a ella de forma directa que él sabía que ella se había casado cinco veces y que estaba viviendo en pecado con un hombre con quien ella no estaba casada en ese momento. ¡Ella se quedó maravillada! Ella se convirtió de forma gloriosa y se fue, tan consiente de sus pecados, bajo tanta convicción por la predicación de Jesús, que ella dijo, Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. Podemos decir con seguridad que ninguna persona oyó a Cristo predicar sin sentirse conciente de sus pecados. Y Jesús deliberadamente y con denuedo una y otra vez mencionó el pecado de la gente. Él llamó a la multitud a la que le predicó una generación mala y adúltera. Él se refirió a las palabras de Isaías al decir que las personas eran ciegos de ojos y duros de corazón. Jesús era un predicador opuesto al pecado. Ningún hombre puede seguir los pasos de Jesús en su ministerio sin ser valiente, persistente y definitivo en llamar a los hombres a que se arrepientan de sus pecados.
Ningún otro predicador en la Biblia mencionó el Infierno tantas veces como el Señor Jesucristo. El nombre de ese lugar estaba sobre sus labios en la mayoría de los sermones que predicó, y fue usado para explicar muchas de sus parábolas también. El pecado, el Infierno y el juicio estaban siempre sobre su mente al llamar a los hombres a que se arrepientan y sean salvos. Oh, que seamos como Jesucristo en nuestra denuncia del pecado desde el púlpito y de nuestro aborrecimiento de ello en privado. Oh, que aun aborrezcamos nuestros propios pecados y que con lágrimas de contrición, los dejemos.
V. La Predicación Contra El Pecado Trae Avivamiento Y La Conversión De Pecadores
En la verdadera naturaleza del asunto, la gente no se arrepiente de sus pecados hasta que están consientes y sienten la convicción acerca de su pecado. Jesús dijo, Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Hasta que un hombre se da cuenta que está enfermo, él no siente la necesidad de ver a un doctor. Un predicador amigo mío dijo, «Tienes que ‘perder’ a la gente, antes que los puedas salvar».
Hemos leído que Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. ¿Predicación de qué? Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Tim. 4:2). Un poco antes, 2 Timoteo 3:16 nos dice Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. Estos dos pasajes de las Escrituras mencionadas aquí están separados por tan sólo un versículo o dos, aunque estén en diferentes capítulos. La enseñanza clara de la Biblia es que toda la Escritura es inspirada por Dios y que debemos predicar toda la Palabra de Dios para poder enseñar al pueblo de Dios y salvar las almas.
Una de las obras principales del Espíritu Santo es la de redargüir. Juan 16:8-11 nos dice: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Como puedes ver, la obra del Espíritu Santo es la de redargüir y convencer al mundo de su pecado y acerca de justicia y del juicio. Si la obra del Espíritu Santo es la de redargüir, entonces la obra de todo predicador lleno del Espíritu es la de redargüir.
La Palabra de Dios y el Espíritu Santo están unidad en esta obra de redargüir el pecado. A los predicadores se les dice redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina» cuando predican la Palabra, nos manda 2 Timoteo 4:2. La Palabra de Dios es la espada del Espíritu (Ef. 6:17). Ningún pecador se puede arrepentir de sus pecados y confiar en Cristo hasta que el Espíritu Santo lo llame, y el Espíritu lo llame para redargüirles de su pecado, haciéndole conscientemente culpable.
De la misma manera, un pecador perdido no puede ser salvo sin arrepentirse. Es cierto que el que cree en el Hijo tiene vida eterna (Juan 3:36). Es verdad, como Pablo y Silas prometieron al carcelero, Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo (Hechos 16:31). Uno que pone su fe en Cristo como Salvador es salvo, perdonado, y tiene vida eterna. Pero en realidad una cierta actitud del corazón es absolutamente necesaria antes que uno pueda confiar en Cristo para salvación. Es imposible poner su fe en Cristo para salvación mientras deliberadamente y conscientemente uno sigue sosteniendo su pecado sin querer dejarlos. Uno no puede voltearse a Cristo si no se ha volteado del pecado. Uno no puede amar a Dios sin aborrecer al diablo. Uno no puede sentir hambre y sed por la justicia sin renunciar en algún sentido la maldad. Como puedes ver, hay un gran asunto moral involucrado cuando uno se voltea hacia Cristo. Entonces el arrepentimiento es una parte de ese acercamiento a Cristo, una parte del mismo al creer y una parte del mismo al venir a Cristo.
Vamos a ilustrarlo con simpleza. Cuando un hombre va de una habitación a otra, puedes decir que dejó la primera habitación, o puedes decir que entró a la segunda habitación. En realidad, hace los dos al mismo tiempo. Dejar la habitación vieja es el arrepentimiento; entrar a la habitación nueva es fe. Voltear el corazón del pecado es arrepentimiento; voltear el corazón a Cristo es fe. Estos son los dos lados de la misma verdad, dos vistas de la misma transacción en el corazón.
Cuando digo que nadie puede ser salvo sin arrepentirse de su pecado, no estoy pensando tanto acerca de la acción individual como en la actitud del corazón. Yo no digo que nadie es salvo hasta que ha conquistado cada tentación y ganado la victoria sobre cada hábito pecaminoso. No, eso no sería cierto. Hay gente que se convierte que muchas veces encuentran que deben resistir y sobrevenir y derribar los hábitos malvados que todavía los tientan. Pero en el corazón, el que se dirige a Cristo ciertamente se aparta del amor al pecado, y conscientemente rechaza su pecado para recibir a Cristo.
Esta doctrina de arrepentimiento era predicada por Juan el Bautista. Fue predicado por el Señor Jesús en Mateo 4:17. Fue predicado por el Señor también en Lucas 13:3 y 5. Fue predicado por Pablo el apóstol en Atenas en Hechos 17:30. Nadie se salva sin el arrepentimiento. Para decir la misma verdad de otra forma, nadie es salvo sin aborrecer su pecado y sin voltear su corazón del pecado conscientemente, al dirigirse a Cristo y a la justicia.
Algunos cristianos débiles, algunos predicadores que se refugian demasiado en la doctrina de la gracia, no creen que Dios ahora manda a todos que se arrepientan. Ellos dejan la impresión de que aceptar a Cristo es simplemente un asunto abstracto de decir «sí» sin un cambio fundamental en la actitud del corazón. En realidad, la actitud del corazón es tan revolucionaria como un divorcio, y el acontecimiento de haber aceptado a Cristo con fe, es tan revolucionario como un casamiento. Digamos que el arrepentimiento representa un divorcio del diablo, y la fe representa un casamiento con Cristo. Pero el divorcio y el hecho de volver a casarse acontecen en el corazón en un instante cuando uno se arrepiente de sus pecados y se dirige a Cristo.
¿Por qué desearía un pecador a Cristo si no está consiente de su pecado, y no siente su necesidad de un Salvador? ¿Por qué debería un pecador preocuparse por llegar al cielo si no cree que hay un infierno? El pecador que no oye que «la paga del pecado es muerte» no se interesará en oír «la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». Un pecador que no es enseñado Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos» no se interesará en el mandato «y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar (Isaías 55:7). El plan de Dios es: Predique del pecado para mostrar lo despreciable y malvado que es el pecado; para demostrar sus resultados horrendos y su fin inevitable. Entonces predique sobre la salvación por la sangre de Cristo para mostrar el remedio de Dios para el pecado.
No quiero decir con todo esto que la salvación es un proceso prolongado de sentir pena por su pecado. Yo sé muy bien que no es así. En el instante que un pecador se dirige a Cristo con fe él ya se salva y tiene vida eterna. No estoy diciendo que es necesario que un pecador tenga que estar de rodillas o vertiendo lágrimas cuando se salva. Un pecador ciertamente tiene que estar de rodillas en su corazón, y la pena que las lágrimas pueden demostrar por fuera ciertamente tienen que estar en el corazón cuando uno se dirige a Cristo. Yo digo que amenos que halla predicación contra el pecado, habrá poco arrepentimiento genuino y pocos se convertirán. Hasta que el pecado sea presentado como algo aborrecible, Cristo no se verá como deseable ni digno de nuestro amor. Hasta que un hombre se vea a sí mismo como un vil pecador, no verá a Cristo como su gran Salvador. Hasta que un hombre llegue a temer el infierno, él no aprenderá a anhelar el cielo.
Muchos se han reído del evangelista metodista Sam Jones, que predicaba que el arrepentimiento significaba «deje de ser malo». Bueno, es cierto que el arrepentimiento significa más que esto. ¡Pero significa esto por lo menos! Cualquier estilo de cristiandad que no incluye un honesto cambio del pecado a la justicia, sólo recibirá la burla de un mundo incrédulo. La conciencia moral de los hombres inconversos toma el lado del predicador que predica contra el pecado. La Palabra de Dios, la advertencia del predicador, el Espíritu Santo, y la ley moral escrita en la conciencia del pecador se combinan para traerle al arrepentimiento cuando la Palabra de Dios es predicada contra el pecado, mostrando a Cristo como el Salvador.
A través de los siglos, todos los avivamientos grandes han surgido por causa de una conciencia penetrante acerca del pecado.
Cuando el remanente de Israel regresó a Jerusalén bajo Nehemías, la gente se juntó en la plaza que estaba enfrente de la entrada, y Esdras el escriba trajo el libro de la ley de Moisés ante la congregación Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley… Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura (Neh. 8:3, 8). Nehemías tenía que rogarle a la gente que no lloren ni lamenten, porque era un día santo. Pero en el segundo día vinieron otra vez a Esdras el escriba, para entender las palabras de la ley. Por siete días esta lectura y enseñanza de la ley, el Antiguo Testamento, continuó. Entonces se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí. Los israelitas confesaron sus pecados e iniquidades. Durante un cuarto del día leían del libro de la ley y otro cuarto ellos confesaban y alababan a Dios. ¡Qué avivamiento tuvieron! Y vino por leer la ley del Antiguo Testamento, los «No harás» de la Palabra de Dios. Esa predicación y enseñanza contra el pecado resultó en arrepentimiento y avivamiento.
Cuantas veces en la experiencia de Moisés fue salvada la nación de destrucción a la mano de un Dios de ira porque Moisés reprendió al pueblo por sus pecados y castigó a los pecadores, ¡con el resultado de que los que faltaban fueron dirigidos al arrepentimiento y buscaron la misericordia de Dios!
El pueblo de Nínive oyó la palabra del Señor al ser predicada de la boca de Jonás, de aquí a cuarenta días Nínive será destruida (Jonás 3:4). El rey de Nínive se levantó de su trono, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. Él hizo una proclamación a través de Nínive, pidiendo que no comieran ni bebieran ni que alimenten a su ganado, Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. Ese fue un arrepentimiento genuino. Se llevó acabo por causa de la advertencia sobre el pecado. Dios oyó el clamor de la gente y se arrepintió de lo que planeaba hacer y no lo hizo. Ese avivamiento fue el resultado de predicación directa contra el pecado y por arrepentimiento de parte de la gente culpable. El avivamiento bajo Juan el Bautista fue un avivamiento de convicción intensa en cuento al pecado. Todo el pueblo de Judea se acercó al Río Jordán para oír a Juan el Bautista y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. Cuando la campaña de avivamiento se acabó, nadie podía decir que «los que se convirtieron no quedaron firmes», o «los que profesaron salvación no eran sinceros». Esta gente vino honestamente sabiendo muy bien que por causa de sus pecados, la ruina que los amenazaba, la ira de Dios se hacía realidad para ellos. Ellos se arrepintieron honestamente y se entregaron a Cristo.
Se nos dice que la gente de pentecostés, al oír la predicación aguda de Pedro acusándolos de matar a Jesús y de elegir hacer el mal deliberadamente, se compungieron de corazón y cuando quisieron saber qué hacer, Pedro les dijo, arrepentíos (Hechos 2:37-38). Era la remisión de pecado que buscaban, y ellos ciertamente recibieron remisión cuando ellos honestamente se arrepintieron de sus pecados. Seguramente ellos pusieron su fe en Cristo, pero no hay una genuina entrega a Dios que no incluya el corazón apartándose del pecado.
Todos los grandes ganadores de almas de la historia han sido hombres que denunciaban el pecado abiertamente y con denuedo. ¡Hus, Savanarola y Wycliffe predicaban contra el pecado de tal forma que parecía como que caía relámpagos! Oh, la gran predicación de Martín Lutero en contra del pecado de toda clase, en contra del pecado decadente en la Iglesia Romana, y en contra de los pecados más groseros de la gente. El diablo era tan real para Marín Lutero que una vez durante su estudio arrojó un contenedor de tinta al diablo, y por muchos años la mancha se quedó sobre la pared para hacernos acordar que el líder de la reforma era un predicador contra el pecado, un enemigo del diablo, un profeta que predicaba abiertamente demandando justicia y condenando la maldad.
Juan Wesley, su hermano Carlos, Whitefield, y una multitud de predicadores metodistas que los siguieron, subían y bajaban por la nación de Inglaterra y en las colonias de América predicando en todas partes contra el pecado y exigiendo justicia. Yo nunca me he aferrado a lo que Juan Wesley llamaba «perfección cristiana», pero como Dios conoce mi corazón, yo creo en vivir en una forma santa. Y eso incluye un odio al pecado, una renuncia día tras día del pecado. Yo no creo que ninguno de éste lado del rapto o de la tumba se convierte perfecto y sin pecado, pero yo sé que cada cristiano verdadero debe desear estar sin pecado y lo debe intentar. Y el mundo inconverso sabe que los predicadores deben estar en contra del pecado y deben afirmarlo. Juan Wesley era, y lo afirmaba. Yo no dudo que Inglaterra fue salvada de la Revolución Francesa por un avivamiento nacional donde realmente se predicaba la justicia y el pecado fue condenado y se glorificaba a Cristo como la única esperanza para los pecadores culpables que se arrepentían.
¡Cómo se lanzaba Jonatán Edwards contra el pecado! Su famoso sermón, «Pecadores en las Manos de un Dios Airado», era totalmente sobre el pecado y el infierno y el juicio. Se dice que un señor de la iglesia clamó preguntando, «Pero Sr. Edwards, ¿no hay misericordia?» Se dice que los hombres se agarraban de los bancos de la iglesia por temor de caerse directamente en el infierno, mientras él predicaba. Unas 500 almas se arrepintieron y se acercaron a Dios ese día. Pero su salvación no era por causa de unas palabras dulces, agradables y religiosas sobre el amor de Dios. Fueron conmovidos al arrepentimiento por la conciencia de su culpabilidad y por causa del temor al infierno, el cual ellos llegaron a ver como su merecido destino.
Carlos Finney ganó más de 250,000 almas en pocos años, la mayoría en el estado de Nueva York y en lugares cercanos. Dentro de ciertas áreas limitadas el efecto prolongado de las campañas de Finney era más intenso, más revolucionario que aun las campañas de Moody. ¿Y cómo predicaba Carlos Finney? ¿Predicó del amor de Dios? No muy seguido. ¿Predicó sobre la gracia? Él creía en la gracia, pero la ley viene antes que la gracia en la Biblia, y así era en la predicación de Carlos Finney. ¿Dio él invitaciones con ternura? Posiblemente, al acercarse el cierre de una campaña, pero por cierto no en el principio de las reuniones. Él predicaba normalmente en escuelas e iglesias pequeñas. Y los fuegos de avivamiento se esparcieron como una llama arrebatada por el viento en un campo seco.
¿Cómo predicó Finney? Él nos lo dice vez tras vez en su biografía. Por ejemplo, veamos este pasaje:
«Esa noche yo determiné que clamaría en voz alta en contra de los pecados de la gente y soportaría las meras llamas del infierno como la consecuencia final de la rebelión. Por casi dos horas yo desengranaba a los inicuos que estaban sentados ante mí. Yo clamé a Dios que sea testigo del juicio que no estaba muy lejos de ellos. En conclusión, di un momento para la misericordia de Dios, pero lo hice en una forma muy seria. Yo determiné que la gente de una vez debían enfrentarse cara a cara con la realidad del pecado y el Infierno. Esa noche hubo un quebranto en la campaña y creo que nunca más experimenté una demostración divina semejante a aquella».
¡Que Dios nos dé predicadores que prediquen contra el pecado como lo hizo Charles Finney!
Finney predicaba en contra de maldecir, contra las borracheras, contra la codicia, contra el orgullo. Él nombraba los pecados. Él predicaba sobre Sodoma y Gomorra. Él predicaba sobre el Infierno y el juicio. Él predicaba sobre la muerte del malvado. Él predicaba sobre la justicia y la ira de Dios. Los hombres se desmayaban en sus asientos, o quedaron casi paralizados al llorar y orar, y no salían del edificio. La convicción era tan tremenda en muchas reuniones al punto que Finney no podía seguir predicando (¡después de haber predicado más de una hora sobre el pecado!). Los avivamientos de Finney deben ser atribuidos a una profunda convicción de pecado producido por la predicación de la Palabra de Dios en cuanto al asunto del pecado por un predicador lleno del Espíritu Santo. Seguramente Dios usa el evangelio de la gracia cuando los pecadores están profundamente convencidos de su pecado.
D. L. Moody predicaba contra el pecado. Él predicó en contra de las borracheras. Él predicó en contra de lo que llamaba «quebrar el día de reposo». Él predicó sobre temas como «Sembrando y Cosechando» y daba ilustración tras ilustración demostrando que el pecado del hombre los iba a alcanzar, y que la paga del pecado todavía era la muerte. Moody era tan directo, tan duro y escritural en su predicación contra el pecado, que él muchas veces ofendía a cierta clase de personas que le oían. Él era así de directo y valiente en sus conversaciones personales. Él predicaba el amor de Dios, es cierto. Pero en todas partes por donde iba él contaba sobre como la bebida le lleva a la pobreza, a la tumba de borrachos, y al infierno. Por todas partes también contaba como el pecado resultaba en hogares y corazones quebrantados y en ruina espiritual. D. L. Moody dejaba expuesto el pecado y lo aborrecía.
El Dr. R. A. Torrey predicaba contra el baile, predicaba contra el cine, y en contra de la masonería. El Dr. R. A. Torrey predicó de un Infierno literal, un lugar de castigo eterno para los pecadores rechazadores de Cristo. ¡Oh, el avivamiento, que ocurrió alrededor del mundo bajo la predicación maravillosa de este evangelista y maestro de la Biblia, R. A. Torrey!
Y Billy Sunday—¿te acuerdas de su sermón sobre subirse al vagón que era en contra del tráfico de licor? Por todas partes donde iba Billy Sunday algunos bares se cerraban, algunos dueños de bares se convertían, y muchas veces la fuerza moral colectiva de las iglesias se unía para votar afuera a los bares. Billy Sunday usaba términos de la calle. Sus palabras eran penetrantes. Sus ilustraciones eran directas. De vez en cuando quebraba una silla en pedazos. Se atrevió a enfrentar el diablo. Sí, Billy Sunday era sensacional, si se refiere a que odiaba el pecado y no temía declararlo. Él lo afirmaba en el lenguaje de la calle. Mucha gente común entendía lo que decía. Su predicación contra el pecado resultó en el arrepentimiento y salvación de cientos de miles de almas.
Billy Sunday no era un teólogo educado. Quizás podríamos decir que no era muy elocuente en sus discursos. Pero era un predicador bíblico «que le daba duro» que estaba totalmente contra el pecado y completamente a favor de Dios. Y esa clase de predicación trajo avivamiento. La misma clase de predicación traerá avivamiento hoy día.
Grandes predicadores, grandes ganadores de almas predican sobre textos como «Su pecado le alcanzará», «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará», «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio», «Los malos serán trasladados al Seol», y cientos de otros textos. Estas advertencias están en la Biblia, estos solemnes avisos, y deben ser predicados. La predicación honesta contra el pecado, llena del Espíritu Santo, llamando hombres al arrepentimiento y a confiar en Cristo, traerá avivamiento ahora tanto como en cualquier otro siglo.
Cada predicador debe predicar contra el pecado porque tal predicación es usada por Dios para traer convicción y salvar a pecadores.
El espacio no me lo permite aquí, pero hay evidencia abundante de que el pueblo de Dios debe confesar y abandonar sus pecados para recibir misericordia. Así dice Proverbios 28:13 y también 2 Cron. 7:14. Y el pueblo de Dios no abandonará sus pecados hasta que sean llamados a la atención por predicadores llenos del Espíritu usando la Palabra de Dios.
La predicación contra el pecado es usada por Dios para avivar a los santos y salvar pecadores.
VI. Por Qué Algunos Predicadores No Predican Contra El Pecado
Como es tan obvio que todos los predicadores bíblicos predicaron contra el pecado, y como el mandato es tan claro en la Palabra de Dios ya que los predicadores han recibido los mandatos redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Tim. 4:2), y Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión (Isa. 58:1), parece extraño que cada predicador del evangelio no obedezca la Escritura y reprenda el pecado. Parece extraño que los pastores que Dios ha llamado no reprenden a su rebaño en una forma punzante como Tito fue enviado a reprender los de Creta (Tito 1:13), y como Timoteo fue mandado a reprender a los santos en Efeso (2 Tim. 4:2; 1 Tim. 5:20). Hay varias razones por la cual los predicadores no predican contra el pecado. Nombraré lo que parecen ser las razones principales.
1. Los ultradispensacionalistas piensan que la mayoría de la Biblia no se aplica a hoy, y esta doctrina pervertida provee una excusa para no predicar contra el pecado.
Los ultradispensacionalistas creen que la mayoría de los Evangelios—incluyendo el ministerio de Juan el Bautista, el sermón del monte y otras partes del ministerio de Jesús, junto con parte de las Epístolas—fueron escritos para los judíos, no para la iglesia. Algunos piensan que Juan el Bautista, por ejemplo, cuando predicaba exigiendo arrepentimiento, estaba predicando un «evangelio del reino», difiriendo, dicen ellos, del evangelio de gracia por medio de la fe. Algunos de ellos neciamente piensan que Juan el Bautista enseñó el bautismo como indispensable para la salvación. En su ardor descarriado ellos a veces dicen que la gran comisión fue dada solamente a los judíos. Marcan la mayoría de la Biblia como anticuada en cuanto a la autoridad directa para esta edad. Por tanto, no están conmovidos por el ejemplo de predicadores bíblicos que predican contra el pecado. A la vez, no sienten la responsabilidad de predicar toda la Biblia por que piensan que la mayoría de la Biblia es pasada de moda para nuestro tiempo. Esta secta falta de ultradispensación ha causado mucho daño en algunas áreas.
La certeza es que Juan el Bautista era tanto un predicador de gracia como Pablo. Él predicó, el que cree en el Hijo tiene vida eterna (Juan 3:36), exactamente la misma doctrina de salvación predicada por Jesús en el mismo capítulo y predicado por Pablo dondequiera que iba. Cuando Juan el Bautista exigía a los pecadores que se arrepintieran, él predicaba exactamente el mismo evangelio predicado por Jesús en Lucas 13:3, 5. Y Jesús mandó que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lucas 24:47). Pablo predicaba que Dios manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hechos 17:30). La teoría ultradispensacionalista está basada realmente en una falta de conocimiento total de la Palabra de Dios, pero es la excusa de algunas personas que quieren despreciar partes de la Biblia y no predicar contra el pecado. En vista de los plenos mandatos de las Escrituras, es una excusa pobre.
2. Algunos predicadores sinceros no son balanceados en cuanto a la doctrina, no predican la Biblia entera, y de esa manera no predican contra el pecado.
Algunos predicadores son sanos en doctrina en general, pero sobre enfatizan la doctrina de la gracia. Es bueno predicar del amor de Dios, pero uno puede llegar hasta el punto de pervertir esa gloriosa doctrina y puede hasta causar que Dios se parezca a un viejito sin justicia, sin santidad ni ira contra el pecado.
Predicar fe sin arrepentimiento es predicar un evangelio desproporcionado que no representa adecuadamente a Cristo y la Biblia.
Predicar del cielo sin infierno es predicar una verdad a medias que es peligrosa y equivocada. Nunca predicar sobre el infierno es lo mismo que predicar que no hay infierno. Oh, amado predicador, ¡le ruego que vuelva a la entera Palabra de Dios como la base de su predicación! TODA la escritura es inspirada por Dios y útil para que los predicadores la usen en enseñar, redargüir, reprender, corregir e instruir en justicia (2 Tim. 3:16).
3. Algunos predicadores son modernistas, no creen que la Biblia es la infalible y autoritaria Palabra de Dios, y, por tanto, no tienen convicciones en cuanto al asunto del pecado.
Un predicador que no tiene una Biblia autoritaria de la cual predicar no puede predicar con autoridad sobre cosa alguna. El modernista que no cree que el código moral en la Biblia es de Dios, como consecuencia no lo predica. Él no cree que la paga de pecado es muerte, él no cree que el pecado será revelado en el juicio, entonces no tiene un aviso contra el pecado. Él no cree que las advertencias en la Biblia son veraces, entonces no las predica. Él no cree en el infierno del cual Cristo dijo espera al pecador que le rechaza. Él no teme el juicio cuando Cristo mismo será el juez sobre los pecadores, porque no cree lo que la Biblia dice en cuanto a esto. Cuando un predicador pierde su fe en la Palabra de Dios, su ministerio ya ha naufragado. Quedarse en el ministerio entonces sería una hipocresía inexplicable. Parase detrás de un púlpito sería una farsa. Decir ser cristiano sería una blasfemia si uno no cree la Biblia verdaderamente. Tal predicador no tiene una salvación para prometer a los creyentes, y no tiene condenación de la cual debe advertir a los pecadores que no se arrepienten.
Esta es la conclusión del asunto, que muchos hombres no predican lo que la Biblia dice sobre el pecado porque no creen la Biblia. Otros hombres que creen la Biblia, hasta cierto punto, siguen el ejemplo de los modernistas en su predicación; y de tal manera no predican contra el pecado.
4. Los predicadores que son mundanos y viven una vida pecaminosa, no se atreven a predicar contra el pecado.
En el estado de Missouri yo prediqué en una buena iglesia sobre «La Ruina de un Cristiano». Yo leí la historia de Lot y mostré los resultados desastrosos de la mundanalidad de Lot y su falta de poder. Después le rogué al pueblo de Dios que salgan de Sodoma, o sea, que salgan y se aparten, que eviten mala compañía, que abandonen la mundanalidad. El Espíritu de Dios conmovió a la audiencia de gran manera y muchos cristianos, en el tiempo silencioso mientras orábamos después del sermón, indicaron que estaban avergonzados de vivir una vida mundana y que de ahora en adelante iban a intentar ser cristianos llenos del Espíritu Santo, separados para el Señor, y buscarían dejar las cosas mundanas que podrían arruinar a sus hijos o marchitar su influencia o estorbar sus oraciones.
Fue una gran sorpresa para mí cuando el pastor se mostró molesto con el sermón. Él dijo que producía ataques de nervios. Él dijo que tales Escrituras no deben ser leídas desde un púlpito, y mucho menos que se prediquen. Mientras yo esperaba en Dios, yo sentí que me dio el secreto de la oposición del pastor. Entonces la mañana siguiente le pregunté al pastor francamente, «Pastor, después de mucha oración, me gustaría preguntarle si usted va a los cines». Él me contestó que sí, que pensaba que las películas eran la invención educacional más grande del mundo, y que no veía nada malo en ir a ver una buena película en un cine. Naturalmente yo respondí que yo entendía muy bien porque él no quería que yo predicara contra el pecado en su púlpito. Él mismo era un predicador mundano, con compañeros y hábitos mundanos. Como él no estaba en contra de la mundanalidad en su corazón, él no predicaba en contra ella. Como él mismo era culpable de algunas cosas que los mejores miembros de su congregación consideraban ser pecados graves, él mismo no predicaba contra tales cosas y sintió vergüenza cuando otro predicador lo hizo. Aún tenía vergüenza de que los pasajes bíblicos que demostraban la ruina de cristianos mundanos, comprometidos y sin poder fueran leídos desde su púlpito.
«La conciencia hace cobardes de todos nosotros» y pastores que no son libres de culpa en sus propias vidas no predican con denuedo contra el pecado.
5. Algunos predicadores no predican contra el pecado porque tienen temor.
El temor del hombre pondrá lazo (Prov. 29:25). Hay predicadores que agradan más a los hombres que a Dios. Es triste pero verdad reconocer que hay predicadores por todo el país que tienen convicciones, pero no se atreven a expresarlas claramente. Están en contra del pecado, pero tienen temor de declararlo. Algunos predicadores predican con fuerza y claridad sobre el amor y la misericordia de Dios, ¡pero cuán tímidos y titubeantes se ponen cuando mencionan el juicio de Dios sobre el pecado! Algunos predicadores no predican como Juan el Bautista lo hacía porque no quieren meterse en problemas. Ellos también sienten que Herodes estaba mal al vivir con su cuñada, pero no quieren que le corten la cabeza como a Juan el Bautista. A Jeremías lo pusieron en un calabozo por predicar claramente contra el pecado. A Esteban lo apedrearon. El apóstol Pablo fue arrojado en la cárcel muchas veces. A él le golpearon vez tras vez por causa de sus enseñanzas francas. ¡Él tuvo que escaparse de Damasco de noche por medio de una canasta bajada por el muro de la ciudad! Él fue apedreado y dejado por muerto; batalló en Efeso contra fieras. Los tobillos y muñecas de Pablo seguramente mostraban marcas causadas por las cadenas. Su cuerpo llevaba muchas cicatrices. Pablo sufrió primariamente porque él exigía arrepentimiento por dondequiera que iba. Él denunciaba el pecado. Él predicaba verdades no placenteras al igual que verdades placenteras. Una razón por la cual muchos predicadores no predican contra el pecado como lo hacía Pablo es porque no quieren sufrir como sufrió Pablo.
Cuando Cristo denunció a los fariseos, ¡ellos planearon matarle! ¿Pero es el discípulo mayor que su Señor? Jesús dijo, Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros (Juan 15:18). Si yo fuera como Jesús, la gente me aborrecería tal como le aborrecieron a él. Si los predicadores predicaran tal como Cristo lo hacía, seguramente ellos provocarían la enemistad de Satanás y sus seguidores como en el caso de Cristo. Oh, predicador,
¿Debiera Cristo soportar la cruz solo,
y todo el mundo librarse?
No, hay una cruz para todos,
y hay una cruz para mí.

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